jueves, 29 de octubre de 2009

La hora del té.







Newton no fue el único tipo con suerte. Cuenta la leyenda, que en el año 3.000 AC gobernaba el emperador chino Sheng-Nung apodado "el labrador divino" el cual impuso a su pueblo la sana costumbre de hervir el agua antes de beberla, para ponerle trabas a los males que afectan al cuerpo. Dicho emperador encontrándose sediento y fatigado una tarde calurosa, se sentó a la sombra de un árbol a beber un cuenco de agua hirviendo. Mientras esperaba a que ésta se enfriara, una hoja quizá guiada por las místicas energías del Tao fue a caer en el imperial cuenco tiñendo sus aguas de un atractivo color, otorgándole una agradable fragancia. Asombrado el noble emperador, reanudó su espera ahora minada y una vez fue posible, probó el brebaje no sin el posterior deleite de su paladar, convirtiéndose más tarde en la bebida del país, exportándose a todo el mundo.

Sin embargo, la pasión por esta planta tomada en calientes infusiones no es exclusiva de la cultura china, pues de todos es sabido que por ejemplo, en tierras niponas se tejen ceremonias alrededor del té, con carácter incluso religioso. Otras culturas se hallan también impregnadas de estos aromas, como la india o la cultura árabe e incuestionable es la importancia que ganó este bebedizo allá por donde tuvieron que sacar la espada de una roca.

Con este curioso comienzo quería ilustrar una de mis aficiones, que como ya habrán adivinado ustedes es ni más ni menos que beber té. El beber té constituye como muchas civilizaciones atestiguan, una ceremonia, que aunque no siempre goce de las sofisticadas y respetuosas parafernalias chinas o japonesas, para mí es todo un ritual y si hay algo que me guste de la ciudad donde vivo, es la existencia de las Teterías. En este tipo de establecimientos diseñados para los golosos como yo, podemos encontrar maravillas a la hora de merendar: delicias árabes, crêpes salados y dulces, todo tipo de tartas y sobre todo, claro está, té, mucho té de todas clases, de todos los lugares del mundo donde se cultiva tan deliciosa planta.

Para lo que otros consideran que simplemente es sentarse, pedir lo que sea, beberse el caldo y salir corriendo, yo pienso que forma una serie de costumbres sin igual, sobre todo si nos hallamos en buena compañía.

Uno llega relajadamente después de la cena con un grupo de buenos amigos. Eligen una tetería en un lugar pintoresco, imaginemos el cuadro: una estrecha callecita llena de buganvillas inundada con un tenue olor a jazmín o a azahar, taburetes de mimbre cuidadosamente colocados rodeando mesas de madera sobre los adoquines. Solemnes edificios y monumentos de los que emana una atmósfera tan antigua como señorial. Una pausada ojeada a la carta, algunos en busca de su té favorito, otros en busca de nuevos sabores, ideando la estrategia ("¿con leche o sin leche? ¿de aquí o de allá?"). Se ordena la comanda; tras un tiempo de espera aquí llegan las humeantes teteras de formas y colorines de lo más variopinto repletas del preciado líquido, acompañadas de sus no menos curiosas tazas y una galletita regalo de la casa, testigos mudos de tantos coloquios. A partir de este punto, la conversación que mana entre los comensales se desarrolla de forma natural, como si de un río se tratase, más despacio al inicio, rápida después, quizá pesarosa o estancada en ciertos puntos para luego fluir de nuevo animadamente, hasta que alguno de los comensales decide que le apetece tomar tarta de zanahoria o de chocolate con nueces, o tal vez un nido de cabello de ángel, miel y pistacho, o simplemente "morir por el chocolate". Son tantas las posibilidades, que se levanta para perderse entre los diversos manjares que aguardan del otro lado del expositor.

Al llegar la porción de tarta, y después de los ofrecimientos para que nadie se quede sin probarlas, se impone un silencio expectante mientras el catador degusta para emitir su juicio, el cual la mayoría de las veces resulta ser de lo más satisfactorio y sirve de pistoletazo de salida para que la conversación resurja y continúe su camino junto a temas trascendentales, filosóficos, oscuros, cómicos, cotidianos, absurdos, banales, se rememoran tiempos pasados, se especula sobre el futuro... todo ello en torno a una simple taza de té.

martes, 20 de octubre de 2009

Carta a Corina.



Significado: Del griego, "la doncella".

Características : Es de carácter fuerte, honesta, entusiasta y orgullosa. Se interesa por todo y le gusta aprender cosas nuevas. Es también sensible y generosa con los demás.





Mi esperada Corina:



Aún no nos conocemos, sin embargo, durante más tres largos años de mi vida he creído sentir tu presencia a mi vera. Cuántas veces no habré imaginado tu cuerpo apoyado de medio lado en mi regazo para poder así contemplarte de una vez, tan lleno de curvas sugerentes, tus anchas caderas, tus estrechos hombros, tu fino cuello, largo y esbelto. Cuan lleno de felicidad me sentía al pensar en mis brazos rodeando tu figura: el brazo izquierdo acariciando tu garganta, el derecho arrancándote cosquillas en el vientre. Porque no puedo pasar un minuto más sin escuchar tu risa, ni tu voz, potente y decidida, una voz cuya tesitura se complementa a la perfección con la mía, ni tus conversaciones que no son sino una infinita variedad de temas, donde juntos somos capaces de tratar sobre cualquier aspecto mundano, sobre cualquier sentimiento, juntos valoramos los estudios, los ensayos, la moralidad, la espiritualidad, la tristeza, el odio, el amor, la alegría.

Corina, algo está próximo, cercano está el momento en el que pueda abrazarte todos los días, en el que pueda verte (y oírte y tocarte) cuándo y cómo se me antoje, se acabarán las esperas y los horarios, nuestro vínculo no podrá ya romperse porque no somos iguales, pero compartimos idénticos pensamientos, nacimos para estar dominados y movidos por una pasión verdadera, por una energía poderosa y mutable que nos impulsa, nos atrae, nos produce la ansiedad de querer más cada día.

Corina, con alborozo digo que pocos nombres suenan más bellos en labios de un hombre y qué me habrá de suceder el día en que logremos vernos en persona y lo pronuncie de viva voz. Avanzaré hacia ti con los andares del amante, con humor confuso y la sangre palpitante, con el estómago mermado por los nervios. Te desnudaré con mano temblorosa, y estoy seguro de que tú consentirás, porque tú también lo deseas, sé que para mí siempre te hallarás dispuesta.

Corina, necesito verte, ya he guardado paciencia de sobra. No pienso aguantar un segundo más. Me lanzo en tu búsqueda. Nos vemos muy pronto. Espérame.



Tuyo,

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