miércoles, 16 de septiembre de 2009

Cronos y Kayros



Hubo un tiempo en que los sabios (para otros "los culillos de mal asiento") griegos pensaron que existían dos dioses dedicados a la misma materia pero de modos distintos. Estos dioses eran Cronos y Kayros.

Cronos se encargaba de mantener en buen estado la rueda del Tiempo. En su poder queda el flujo del pasado, el presente y el devenir del futuro, el desarrollo de la vida y la muerte, la transformación de la materia, todo depende de un lecho temporal, puesto en marcha gracias a un complejo engranaje sideral. Un buen día dijo ¡Hala! ¡A rodar! Le dio un empujoncito con su mano cósmica y echó a andar lo que hoy consideramos "tiempo", el tiempo del reloj, que aunque el reloj se pare, el Tiempo continúa sin que nosotros nos demos cuenta.

Aquí es donde entra en juego Kayros. El hermano de Cronos también es buen conocedor de los entresijos del Tiempo, pero de manera diferente. Mientras que el anterior maneja el flujo temporal como una sustancia continuada e imperturbable, Kayros juguetea con las fibras temporales, las teje de nuevo, las tergiversa, las corta y las pega, las pliega o las expande a su antojo.

La época y el esplendor de los antiguos dioses griegos pasó, pero pueden notarse aún sus efectos hoy en día. Por ejemplo, las principales criaturas que se hayan bajo el influjo de Kayros son los niños. Para los niños el tiempo no tiene una medida clara, todo depende de la situación que estén viviendo en cada momento. Así, en general, una tarde puede ser una lenta tortura sin fin cuando se debe estudiar para un examen de matemáticas, o bien pasarla divertida y fugaz cuando se está jugando en la calle o en la playa. Kayros nos acompaña cuando realizamos las actividades que nos gustan, cuando estamos con una persona especial o también, cuando estamos "pasando un mal rato". Es peligroso quedar dominado por el festivo Kayros, ya que perderíamos la noción temporal, nuestros antojos se sucederían de forma caótica. Sin embargo, a medida que los niños crecen, Cronos va ganando poco a poco terreno a su hermano: él está presente en las rutinas, los horarios, nos mira con reprobación cuando llegamos tarde a las citas; las obligaciones y responsabilidades hacen que el ser humano racione y determine perfectamente cada intervalo de su tiempo, perdiendo si no se anda con cuidado, la ilusión y la espontaneidad, el saber disfrutar, vivir el momento.

Cronos y Kayros son grandes competidores, a cada uno le gusta atesorar su parte de esa sustancia temporal, utilizarla a su antojo, y no dudan en poner en práctica sus mejores triquiñuelas para obtenerla, por eso tú eres quien debe administrarla de la manera más equitativa posible para no convertirte en esclavo del Tiempo.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Al principio.


Llega un momento en la vida en el que hay que volver a empezar. Algunas personas ven como lo que les rodea se derrumba, por lo que tienen que comenzar a construirlo todo de nuevo, siendo esto una tarea ardua.

Cuando el ser humano pierde la inociencia que otorga la niñez, se muestra temeroso ante lo nuevo, ante lo desconocido, por eso le atemorizan los comienzos. No sabe a qué tendrá que enfrentarse, desconoce qué le deparará el futuro, lo que antes parecía una aventura, ahora le molesta y le asusta.Otras personas se encuentran con que el camino se acaba, o que ya no hay indicadores. Cierran etapas de sus vidas, y se encuentran perdidas, vagando de acá para allá sin rumbo fijo. A estas personas que van cerrando ciclos, les toca comenzar uno nuevo, muchas veces sin guías ni mapas; se esfuerzan por seguir adelante y encontrar de nuevo su camino, van buscando indicios y pistas que le ayuden a continuar, manos amigas, nuevos ideales, nuevos pensamientos. Es un momento difícil, ya que en este punto la conciencia se frustra o se transforma en algo más fuerte.

He llegado a un punto de inflexión en mi vida. Es el momento de ir cerrando algunas puertas para abrir otras, de buscar ventanas, de encontrar el inicio del sendero, de comenzar nuevas etapas dejando atrás algunas. Reconozco que estoy algo asustado, pero marcho con paso decidido, con mi sombrero de explorador bien calado, la cantimplora llena, un mapa en blanco que iré dibujando paso a paso, con cuidado y alegría. Comienzo a estudiar una partitura diferente, obscura y enmarañada, pero estoy dispuesto a ir desentrañando los secretos de esta nueva melodía que se despliega ante mí, y pienso sacarle partido, tocarla a mi gusto, sin prisa pero sin pausa. Quién sabe si a la vuelta del recodo del camino, por fin encontraré lo que ando buscando, si hallaré ese árbol caído o la puerta secreta. No pienso quitarme el sombrero.